Capitulo 01: Un país pobre y feroz
La “ita” Nació en concepción un 27 de octubre de 1947,
en el hospital regional. La hora no la
recuerda, pero fue quizás a eso de las tres de la tarde.
La población chillansito fue testigo de sus primeros
balbuceos cuando tuvo tres años de edad, ya que sus padres se separaron y junto
a su madre se fueron a vivir a esa localidad: chillansito, divertido nombre. Se
instalaron cerca de un cerro llamado La Pólvora. Como Chile en ese entonces era
un país pobre y feroz, muy tempranamente tuvo que quedar bajo el cuidado de su
abuela ya que su mamá debía buscar trabajo para poder apañárselas. Ese cuidado no duró mucho ya que, a los 4 años
su abuela la dejó sola en una pieza encerrada con llave, práctica tristemente
común por esos años. Mientras pasaba la tarde ahí encerrada, la ita se puso a
jugar con un plato, el cual se rompió y le hizo un corte. Justo en ese momento
su mamá había ido a buscarla y podía escuchar su llanto desde afuera.
Frustrada, su mamá solo la podía oír y trataba como podía de consolarla a
través de la puerta mientras esperaba a que la abuela llegara. Desde ese
incidente su madre comenzó a llevársela a su trabajo.
A los 6 años comenzó a ir a un colegio en la calle
trasera cerca de un parque, se autodefinió floja y buena para jugar, mal de
familia entonces tengo que reconocer. Al
entrar al colegio le cortaron el pelo ya que por ese entonces lo tenía hasta la
cintura. Julia Sandoval fue su amiga de infancia en la escuela. Se sentaban
juntas en la enseñanza básica, fue lo más parecida a una “mejor amiga” de
colegio. Vale la pena recordar su nombre. Una tarde con esta amiga Julia Sandoval se
fueron a jugar a unos columpios. Fue una tarde de entretención y risas, sin
embargo, las horas pasaron y su amiga Julia tuvo que regresar a su hogar, la
ita obviamente la acompañó hasta dejarla como a una cuadra de distancia de su
casa. Luego, cuando quedó completamente sola en la calle, se dio cuenta de que
no se acordaba cómo regresar a la suya. Caminó triste y perdida por varias
calles viendo cómo las luces del alumbrado público comenzaban a encenderse una
a una. El cielo iba dando paso a la noche de a poco y también a su
desesperación. De pronto, mientras caminaba perdida secándose las lágrimas de
sus ojos vio en una esquina a su madre. La ita corrió hacia ella feliz, pero a
mitad de camino sintió temor y se detuvo. No sabía que reacción podía tener
ahora su madre, pues ya había sido severa con ella en el pasado. Ambas, madre e
hija solo se miraron en silencio por algunos segundos a unos metros de
distancia. Finalmente, la madre sonrió y ahora sí la ita feliz corrió feliz a
sus brazos. De la mano las dos emprendieron el regreso a casa bajo ese anochecer
tenuemente iluminado por las luces del alumbrado público.
Su paso por la escuela fue duro, sé que para muchos
niños la escuela es algo difícil, pero recuerden que Chile era un país pobre y
feroz. En el colegio nadie quería juntarse con ella por ser pobre y por su
delantal descocido. Muchas veces iba con el delantal manchado producto que
solía guardar en esos bolsillos un membrillo con sal y por esa razón todavía
menos querían jugar con ella. La ita no era de recibir mucho cariño por esos
años. Una vez le picó un bicho, una especie de moscardón grande y gordo. En esa
oportunidad le dieron dulces y ahí si recibió mucho cariño. Esto sucedió en la
casa donde trabajaba su mamá como empleada puertas adentro, sin embargo, a ella
no le gustaba del todo ya que las habitaciones quedaban muy al fondo del
terreno, muy atrás. Y como su mamá trabajaba puertas adentro eso hizo que
viviera mucho tiempo con esa familia.
Algunas cosas dicen que se heredan. El atardecer, todo
un tema para la ita, creo que incluso para mí. Mi madre (la ita) tuvo cierto
grado de aversión hacia el atardecer y las puestas de sol durante toda su vida.
Su madre la dejaba durante todas las tardes sola en un cuarto junto a un
brasero, con la única compañía del fuego y del carbón quemándose. Su madre le
decía “acá te quedas sentadita y tranquila hasta que yo baje”, y se iba a
realizar las labores de la casa. Pasaban horas, horas de soledad… desde las
seis de la tarde hasta a veces la medianoche sentada en silencio, sin jugar,
tan solo observando el fuego junto al brasero. A esa edad se familiarizó con el
miedo, la incertidumbre, la angustia, la soledad mientras el cielo se iba
tiñendo de rojo. Ella lo miraba y a veces se preguntaba qué le podría deparar
la vida cuando fuera grande.
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