Capitulo 03: La ita devuelve los golpes

 

La familia de su esposo nunca quiso realmente a la ita. Según ellos (y según el manual del victimismo) él había dejado de estudiar de noche por culpa de ella, pero de estudioso poco y nada tenía ya que era comentado que iba a la escuela nocturna solo a seducir y coquetear con sus compañeras. Tres años estuvo con él. Durante ese periodo ella no trabajaba porque sencillamente él no la dejaba. Los golpes aparecían de sorpresa y en cualquier momento. Pero la gota que rebalsó el vaso fue una vez que le pegó solo por el hecho de estar parada. La ita, juntando valor de la nada lo siguió con un pedazo de manguera de pvc (plástico duro) y en el patio comenzó a devolver los golpes, le pegó por todas las veces que ella recibió hasta que el tipo se cayó al suelo. En el suelo, la Ita le siguió pegando.

-¿¡Que está pasando aquí!?- preguntó el padre llegando al patio sin saber que ocurría.

-¡Sácame a esta loca de aquí! ¡me va a matar! - contestó el sujeto desde el suelo mientras se cubría la cabeza.

Esa tarde ella se fue a casa de su buena amiga Margarita, una de sus cuñadas quien la tranquilizó y la aconsejó. Con ella estuvo un mes y luego de eso se fue nuevamente con su madre esta vez a Santiago, la gran ciudad. Con 21 años solo quedaba una cosa por hacer… trabajar. Por su cabeza, y con un hijo que cuidar, no quedaba mucho espacio para completar los estudios. Afortunadamente encontró trabajo como joven asesora de hogar en una casa a una cuadra de donde vivía, la familia se encariñó mucho con ella, la abuela, los hijos, todos estuvieron muy agradecidos de esta joven que había llegado del sur para alivianar su vida. Hasta ahí todo bien, pero después de un tiempo y de unos malos negocios hechos por esa familia, ya no pudieron seguir costeando algunos gastos por ende la ita tuvo que retirarse. Luego consiguió empleo en el centro de Santiago después de caminar durante casi toda la mañana en una fuente de soda en la alameda. Su puesto de mesera le trajo muchas nuevas responsabilidades y también la oportunidad de conocer a su siguiente pareja: Baudilio. Si, ese era su nombre. Baudilio era un soldador y trabajador de construcción por excelencia, se encontraba separado cuando conoció a la ita. Llegó a almorzar a esa fuente de soda la primera vez y después se volvió a aparecer un día sábado. En una de esas tantas visitas, él, dejando de lado sus reservas se animó y la invitó a salir.

-Te invito a que salgamos este fin de semana.

-Ya. Bueno.- Contestó ella sin poner mayor obstáculo.

-¿Entonces dónde nos juntamos?.

-En la esquina de ahí de la pastelería San Camilo.

Fácil y clarito. Al otro día ella salió de su trabajo y fue a la esquina a juntarse con este hombre que la había invitado a salir, sin embargo, pasó el rato y Baudilio no apareció. Defraudada la Ita solo se encogió de hombros y se fue a su casa en micro. No fue hasta el día siguiente que Baudilio llegó de nuevo a la fuente de soda.

-Oye ¿y a ti que te pasó? – Le preguntó él acercándose a la barra.

-¿Por qué? .

-Porque no llegaste. Te estuve esperando.

-¿Y dónde me estuviste esperando?- Preguntó ella incrédula.

-En la esquina de la pastelería, ahí en San Camilo.

-No… - Replicó la Ita.- , yo estuve media hora esperando y después me fui porque se oscurece y se pone helado.

-Pero cómo no te vi… ¿y dónde me estuviste esperando?

-Acá en la esquina de San Camilo.

-Aahhh yo te estuve esperando en la pastelería San Camilo que queda frente a la estación central.

Tal cual. Había tres o cuatro pastelerías San Camilo en ese entonces por aquel sector. Primera cita ya partiendo con malos entendidos. Baudilio fue un gran padre, la ita dice que tuvo dos facetas ya que con mis dos hermanos mayores era muy estricto y mandón y con los dos menores (Alejandro y yo) fue generoso y más cercano. Ahora me pregunto por qué nunca se divorció legalmente de su antigua pareja, la ita se lo preguntaba de vez en cuando, pero él siempre lo postergó.

No hay primera sin segunda, hablando de citas y de malos entendidos por igual. Ambos se gustaron y siguieron saliendo, incluso fuera de Santiago. En una residencial que Baudilio arrendaba por motivos de trabajo se hizo muy amigo de uno de los dueños, caballero gordito y bonachón que solía ocupar boina tipo Pablo Neruda. En lo personal tengo pocos recuerdos de él, pero buenos. Falleció cuando yo tenía alrededor de 8 o 9 años.

Cuando supo que la ita estaba embarazada de su tercer hijo, tomó la iniciativa y le dijo a Baudilio:

-Listo. No se hable más, Compadre, este es ahijado mío. De este y de los que vengan después.

Así fue. Padrino de los tres hijos siguientes de la ita, incluyéndome a mí.

Para la mañana del 11 de septiembre de 1973 la ita estaba en una fila para poder comprar pan a las 8 de la mañana. Se veían pasar los camiones con militares. Lo mismo en el horizonte del muelle de San Antonio con buques y barcos de guerra. De pronto, suben la cortina de la panadería y toda la gente que estaba afuera entra de golpe, y la ita a punta de empujones fue a quedar de las primeras junto al mesón.

-Ya. Compran el pan rapidito y de ahí se van para sus casas. ¡No queremos ver a nadie en las calles! - Dijo de pronto un militar junto a un camión que ya estaba instalado en la calle.

Sin TV en casa, la ita llegó a darles desayuno a sus dos hijos y a encender la radio. Baudilio llegó a eso de las 11 de la mañana aquel día porque en todas las fábricas, construcciones y empresas estaban mandando a la gente temprano a sus hogares. Se estaba desarrollando el golpe militar y la ita con su familia en crecimiento vivía en San Antonio. Dos meses antes de que se acabara el trabajo de Baudilio en el muelle de San Antonio, la ita volvió a Santiago. Siempre en Cerro Navia, mismo barrio y misma gente. Acá fue testigo de cuando pasaban los militares en la medianoche haciendo cumplir el toque de queda, gritaban a las casas que tuvieran las puertas abiertas o luces encendidas ordenando que las apagaran.

 

 

 

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