Capitulo 06: La falta de apoyo
Nuevamente y con la maldición de los 4 años encima nos
tuvimos que ir de la casa de Puente Alto, pero esta vez fue distinto. La madre
de la ita (mi abuela Elsa) estaba gravemente enferma y había decidido darle la
casa a la ita, a ella, la que siempre estuvo arrendando producto de la muy mala
suerte a la hora de tener una casa propia, ahora mi abuela le daba las
escrituras de la suya. Ninguno de sus hermanos (mis tíos) se opuso a la
decisión. Baudilio comenzó a trabajar en la ampliación de la casa que consistió
básicamente en construir un segundo piso para uno de mis hermanos y para mí. La
madre de la ita falleció antes de poder ver el segundo piso terminado.
La ita no paraba de llorar en el velatorio y recuerdo
que en el funeral cayó de rodillas frente al ataúd de su madre antes del
descenso. Baudilio también estuvo muy
afectado, él ya se imaginaba ayudando a Elsa a subir por las escaleras para que
viera el segundo piso terminado, pero no fue posible, o al menos no en vida.
Durante esos años la ita encontró otro trabajo de aseo
en una construcción para la comuna de Providencia. Una vecina la llevó e hizo
buenas migas con otra señora a la que nunca tuve la oportunidad de conocer
personalmente, se llamaba la “Leo”. Un trabajo de horario bastante sacrificado
donde se tenía que levantar a eso de las 6 am si no es que un poco antes, y con
un trayecto en microbús de casi dos horas hasta el trabajo. Debía barrer y
limpiar en el área de la construcción hasta las 18 hrs. Excepto los sábados,
día en el que trabajaba hasta las 13 hrs. Estuvo en ese trabajo cerca de un
año, pero luego siguió viéndose por un tiempo más con su divertida amiga la
Leo, divertida porque recuerdo la cantidad de veces que nos contaba lo mucho
que la hacía reír y lo bien que la pasaban cuando salían a comer.
Tengo recuerdos tempranos de mi madre con ella
atendiendo un negocio en casa, esa veta comerciante la sacó de mi abuela según
sus propias palabras. Sin embargo, sus emprendimientos nunca se pudieron
sostener en el tiempo debido a muchos factores. Tanto en la comuna de Padre
Hurtado como en Pudahuel debía atender su almacén totalmente sola ya que si
bien Baudilio la ayudaba cuando estaba presente, la mayor parte del tiempo él
debía ir a trabajar fuera de Santiago.
Hay una historia rara de los años 80’s mientras vivíamos en Padre
Hurtado y la ita atendía orgullosa su primer almacén. Una vecina que tenía un
bazar de artículos escolares en la esquina de otra cuadra se llevaba bien con
la ita y, de hecho, la ayudó a realizar los trámites para abrir su almacén en
casa. A veces esta vecina amiga iba a comprar aceite (en esos años el aceite se
entregaba medido en pequeñas botellas) y la ita generalmente le vendía
generosamente una botella llena hasta el tope. Todo bien, hasta que un día
quien le vendió la botella de aceite a la vecina fue Baudilio y no fue tan
generoso, sino que le vendió un litro de aceite ni más ni menos, por lo que
esta vecina aparentemente se habría enojado. Luego, a oídos de la ita llegó el
rumor de que la vecina habría comentado a otros de que se iba a “cobrar
venganza”. Coincidencia o no, los rosales y todas las flores que había en el
antejardín de la casa comenzaron a marchitarse, y luego pasó que la ita tuvo
que entregar la casa.
Era duro, y diría que aun lo es, intentar levantar un
almacén sola mientras se cría a tres hijos, y eso se acentúa más cuando no se
tiene apoyo. Yo no tengo nada que decir de mi padre, pero la ita sí tiene
algunas cosas que decir de su pareja. Una de esas cosas es que a veces ella iba
a comprar la mercadería a la vega y se tardaba mucho en ello, luego al llegar
con las bolsas y cajas se encontraba con Baudilio ya en casa quien la esperaba
un poco molesto por ver el almacén cerrado y ver lo mucho que ella se demoraba.
Su último intento de negocio fue décadas después en la casa heredada de mi
abuela, en Cerro Navia, el terremoto del año 2010 rompió algunas vitrinas del
modesto bazar y con ello el flujo de clientes, a partir de ahí nunca más lo
pudo volver a levantar. El terremoto fue decisivo ciertamente, pero la ita
tenía una espina clavada con su entorno y ella me lo confesó una vez. Esa
espina era la falta de apoyo para sus emprendimientos. Dijo arrastrar desde
siempre una mala suerte para los negocios producto de que se sentía sola. En
retrospectiva, puedo ver lo optimista y perseverante que era para muchas cosas.
Generalmente tenía una visión de ella en la cual se mostraba pesimista, y creo
que a veces lo era, pero probablemente fue contagiada por su entorno. Recuerdo que años atrás, antes del último
bazar en casa, inició un emprendimiento en un persa en la comuna de San
Bernardo lo que significaba un viaje diario de poco más de una hora y media,
sino es que en algunos casos casi dos horas. Ahora bien, sinceramente y con la
mano en el corazón, yo no recuerdo que ella nos hubiera pedido ayuda para ese
local, o quizás yo no estuve presente cuando lo hizo. Tampoco sé que pueden
decir mis hermanos al respecto, pero me consta que al menos esa ayuda se la
pidió a Baudilio. Ella quería que la apoyaran en ese local de San Bernardo,
necesitaba compañía para los fines de semana o al menos una vez también durante
la semana, sin embargo, solo Baudilio fue ocasionalmente a hacerle compañía. Para
esa época yo tenía 17 o 18 años y tengo un hermoso recuerdo de una las épocas
mas negras de mi vida, y fue que acompañé a la ita a ese local un día sábado si
mal no recuerdo. Nos fuimos en la mañana y compartimos un día entero ahí los
dos, almorzamos algo ordenado en una cocinería y la ita hizo una venta
importante durante la tarde. (importante fue quizás $20 mil pesos en ese año
2002) Como solía hacerlo siempre agradeció a Dios por esa venta. Son esos
momentos madre-hijo que seguramente mis hermanos tendrán también miles por
contar, y que yo también recuerdo con nostalgia.
Sobre la falta de apoyo, creo que también tengo algo
que decir. Era una navidad, un 24 de diciembre y la ita obviamente tenía su
bazar abierto en casa en Cerro Navia. La cena ya estaba servida a eso de las 22
hrs. Sobre la mesa y todos en familia nos sentamos a comer. De pronto y en
medio de la comida se escuchó la voz de una niña que llamaba desde el bazar y
la ita se levantó para ir a atender. Nosotros nos miramos un poco fastidiados casi
pensando al mismo tiempo “¿pero ¿cómo puede estar el bazar abierto a esas horas
en plena navidad?” Luego de la venta la ita se sentó a comer nuevamente con
nosotros y tratando de disimular nuestro fastidio hicimos ver que ningún local
debía estar abierto a esas horas. La cena ya no fue la misma y el ánimo
tampoco. Luego vi a la ita secándose las lágrimas a escondidas en su
habitación.
Quizás ella estaba en lo correcto y nosotros
equivocados.
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