Capitulo 04: Un picnic caótico

 

Para el verano de 1974, Baudilio aún se encontraba en San Antonio trabajando en el muelle y la ita acá en Santiago comenzó a tener los síntomas para dar a luz a su tercer hijo. Una vecina, la señora María (a quien nunca conocí) la ayudó y la llevó al hospital.

Después de estos acontecimientos Baudilio llegó a Santiago para acompañar a la ita y estar con su hijo, luego de un tiempo encontró nuevamente trabajo, pero en Arica. Así que Baudilio nuevamente tuvo que partir y la ita nuevamente se dedicó a cuidar de sus hijos. Con la llegada de este tercer hijo ya las dos piezas chicas que arrendaban se hicieron demasiado pequeñas y precarias. Entra en esta historia mi tío Lucho (titulo meramente honorifico, ya que poco y nada logro recordarme de él) hermano de la ita quien tenía una casa y se la arrendó por esos años por una suma bastante conveniente a cambio de un favor.

-Lo único que quiero pedirte es un favor. Acabo de enterarme que la niña… no es hija mía.

-¿Qué? ¿Estás seguro de eso?- Preguntó la Ita.

-Me lo acaba de decir la madre. Por favor ayúdame a criarla tú. Tú sabes lo que es criar, yo no sé nada de eso.

En esos años, desentenderse de un bebé era algo casi habitual. Ambos padres de la niña de un momento a otro no quisieron saber nada de ella y la ita sencillamente quedó a cargo.  Al principio Baudilio tampoco quería encariñarse con un bebé ajeno, entendible hasta cierto punto, pero con el correr de los meses iba y venía con Rosita en brazos para todos lados. Aun en una pieza sucia y con goteras una familia puede ser feliz. Quizás es cierto eso que dicen de que el hogar lo hacen las personas y no la casa. Aun con todo en contra, hasta con el clima. Un fin de semana decidieron ir de paseo al lugar por excelencia al que van todas las familias santiaguinas alguna vez en la vida: a un lugar conocido como el cajón del Maipo. Zona rural rodeada con grandes cerros y ríos. La idea era llegar temprano para disfrutar del día, así que a eso de las 6 am esta humilde familia salió preparada para pasar un lindo día de campo. Esos eran inicios de los años 80’s, no sé si había pronóstico del clima en la TV, pero si sé que si alguien se lo perdía durante la noche anterior entonces iba a estar a merced del clima que tocara hacer al otro día. Así ocurrió. El sol dio paso a nubes grises y amenazantes que se instalaron sobre la localidad. Comenzaron los truenos, ruidosos y potentes, tanto que hicieron llorar a uno de los niños, o tal vez a todos. A las 10 am se dejó caer la lluvia sin consideración. No había nada que hacer, salvo recoger las cosas y volver a casa lo antes posible… casa que quedaba literalmente al otro lado de Santiago. La ita, vestida solo con un vestido de seda, chaleco delgado y jaguayanas (sandalias) agarró rápido a sus hijos y a la pequeña Rosita. Con Baudilio descendieron hacia el camino donde pasaba el microbús que devolvía a la gente a la ciudad. Los microbuses iban pasando todos llenos hasta que por fin pudieron abordar uno que los dejó de regreso en Santiago. Otra odisea, el microbús acá en Santiago que los llevaba a casa sencillamente no pasaba y la lluvia seguía cayendo torrencialmente. Al final, optaron por coger un taxi, gasto absolutamente imprevisto sobre todo para la realidad económica de la familia, pero con los niños todos mojados no había más que hacer. A eso de las 2 de la tarde llegaron a su hogar. Nunca esa pieza de 4 metros cuadrados tan desarmada y sucia fue un refugio tan espectacular, aun con sus goteras. El pollo cocido, los huevos, todo lo planeado para el picnic sirvió de almuerzo para la familia

Es cierto cuando dicen que al final los niños no tienen la culpa. En unas piezas humildes, mal hechas, con goteras y hasta con ratones esa familia de aquel momento fue feliz con esa niña llamada Rosita. Eventualmente, los padres biológicos de la niña se abuenaron y como era de esperarse reclamaron de vuelta a la niña, pero de una forma bastante vil: Fueron con la policía a buscar al bebé acusando a la ita de “robo de menor”. El carabinero vio a esta mujer embarazada salir sin entender nada.

-¿Usted es la señora Juana Sandoval?- Preguntó el carabinero.

-Sí, soy yo.

-Vengo por una denuncia que hizo su hermano. Dice que usted robó esa niña.

La ita hizo pasar al policía al interior de aquella pieza arrendada. Allí le explicó como en verdad había sucedido todo y que ninguno de los dos padres biológicos quiso hacerse cargo de Rosita. Enojada por cómo se había resuelto todo buscó la ropa del bebé y se la entregó al policía, quien no se complicó la vida y tan solo optó por devolver a la niña con sus verdaderos padres. La ita acogió a ese bebé cuando tenía unos 4 meses y se despidió de ella cuando tenía ya 3 años. Buena parte de la difícil crianza la había hecho ella. Lo último que se supo de aquella niña fue que los padres al tiempo después la dieron en adopción fuera de Chile.

Bajo el techo de esa sucia pieza arrendada pasaron todo tipo de penurias e incomodidades, también de seguro algunos momentos felices, pero no bastaban para cubrir las incomodidades de esta familia en expansión. Finalmente, su madre (mi abuela) le comunicó el dato sobre un sitio que quedaba lo bastante cerca de ella por calle Domeyko ahí mismo en Cerro Navia. Arrendaron ese sitio y Baudilio aun con sus precarios recursos, pero con bastante habilidad armó una pequeña casa para ambos. Al inicio mi abuela les convidaba agua y para la electricidad sencillamente se colgaban, cosa común en aquellos años en las poblaciones y práctica recurrente hasta el día de hoy, hasta que la ita fue a Chilectra e hizo los trámites necesarios para que instalaran un medidor en el domicilio.

Mi abuela, que vivía poca distancia de ellos, cultivaba de todo en su patio, hortalizas, porotos, choclos, lechugas, cilandros, apio, criaban patos, conejos, palomas. Todo duró hasta que los dueños le pidieron a mi abuela que entregara, ella ofreció poder comprárselos, pero los dueños no aceptaron asi que mi abuela comenzó ávidamente a buscar un lugar para donde irse hasta que llegó a oídos de ella que estaba en venta un terreno el cual después se convirtió el que iba a recibir a su futura descendencia por décadas. Esto porque si bien siento que en líneas generales hemos tenido muy buena suerte como familia, también siento que hemos tenido muy mala suerte en otras. La ita tuvo muy mala suerte siempre a la hora de adquirir la anhelada casa propia. Por ese entonces, y con la ayuda de don Felix, un vecino amigo de la pareja y dueño de una botillería entraron a lo que popularmente se llama una cooperativa (Una organización social dedicada a satisfacer las necesidades de sus socios, principalmente en vivienda), pero tal como era de esperarse, siempre se encontraron con un “pero” a la hora de adquirir un terreno.  Habían elegido uno para la comuna de Quilicura, sin embargo, no querían venderlo hasta que este no estuviera urbanizado. Con el subsidio en mano y contra el tiempo la ita emprendió una nueva y rápida búsqueda para poder adquirir vivienda propia. Por ese entonces Baudilio trabajaba mucho fuera de Santiago y mi madre tenía que hacer esos trámites casi siempre sola. Fue así como buscando y buscando llegó a la comuna de Padre Hurtado y encontró unas casas bien bonitas. Al preguntar por esas viviendas quien la atendió no fue ni más ni menos que un tipo sinvergüenza que estafó a muchas familias por aquel entonces. Dicen, y reconozco que sentí satisfacción cuando me enteré, de que aquel hombre murió atropellado años después.

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