Capitulo 02: El hijo que solo vivió dos días.

 

Con esa familia estuvieron hasta cuando la ita cumplió 9 años. Después su madre volvió a encontrar otro trabajo puertas adentro junto a otra familia. Trabajaba toda la semana y los fines de semana tendría derecho a una noche libre. Esas noches ella salía junto a una amiga y la ita quedaba sola en esa casa. Era en esas noches cuando uno de los hermanos del patrón entraba en su habitación para abusar de ella. Lamentablemente, como era niña, en esos años la voz de una niña era pocas veces escuchada. La ita le contó a su madre lo que pasaba, pero su madre no creyó… o quizás eligió no creer. Esto paró cuando uno de los hermanos del patrón (no el abusador) se llevó a su madre a trabajar a otra casa. Ahí fue donde conoció la costura y su amor por las telas. La señora era modista y tenía su taller, en ese taller la ita de 11 años aprendió a coser.

Como su madre se había separado de su padre, sus hermanos también quedaron separados, pero a veces se juntaban y la vida les regalaba momentos de felicidad entre hermanos. La ita se llevaba por un año con su hermano Jorge, y entre los 10 y 11 años cuando se juntaban hacían muchas travesuras y juegos juntos. Un juego que solía recordar con alegría era que sacaban las ruedas de una bicicleta y les gustaba ir corriendo detrás de ellas por lo largo de una calle. Todo bien hasta que un día la rueda se fue rodando hacia un costado de la calle y la ita salió corriendo tras ella sin importarle nada más a su alrededor, súbitamente chocó con un hombre que venía andando en bicicleta en sentido contrario y fue arrastrada por casi media cuadra. Su hermano Jorge se apretaba el estómago de tanto reír, y ella al contármelo también se reía a carcajadas así que supongo que por muy doloroso que pudo haber sido el choque en el momento, cuenta como un recuerdo feliz.




La relación con su madre no fue fácil, pero ¿cuál lo es? Su madre tenía muchos problemas para creer en ella, no confiaba en las cosas que le contaba. Era una mujer que tenía y creía en su propia verdad. Sin entrar en muchos detalles, la ita cuando niña siempre fue acechada por el abuso de adultos. Quedé en shock cuando me contó que uno de sus hermanos (uno de mis tíos) abusaba de ella varias veces sin consumar eso sí el acto sexual. Después ambos fueron creciendo y la relación entre ellos se volvió “normal”. La ita cree que él ha de pensar que ella no lo recordaba. Es un tema delicado y dudé un poco si debía incluirlo aquí. Sin embargo, cuando ella me lo confió me dijo que no había problema de escribir sobre esa experiencia aquí. Quiso hacerlo probablemente porque no quería irse sin contarlo y sabía que le quedaba poco tiempo de vida. Me lo contó una sola vez, y no me contó más detalles. No me dijo el nombre de su hermano y yo tampoco se lo pregunté. Creo, por un lado, que fue mejor así.

Sin duda era otra época. A sus 15 años tenía estrictamente prohibido tener amigos hombres o fijarse en alguien de su edad. Si era sorprendida hablándole a algún chiquillo, su madre no sólo le llamaba la atención, sino que lo hacía con insultos en plena calle. De hecho, le pidió encarecidamente a su hijo Luis que cuidara que la ita no se juntara con nadie, ni amigas ni amigos fuera del colegio. Si llegaba a verla hablando con alguien estaba autorizado a traerla agarrada de las orejas para la casa. Nunca pasó, pero sí la ita se iba cabizbaja directo de la escuela hacia su casa seguida por su hermano Luis a unos cuantos metros más atrás. Al llegar a casa ella debía calentar la comida, poner los platos y cubiertos para ambos, almorzar, lavar platos y luego volver al colegio a la jornada de la tarde seguida nuevamente por su hermano. Años más tarde la ita tuvo la oportunidad de preguntarle a su madre Elsa por qué se había comportado así con ella a lo que mi abuela le contestó quizás a modo de mea culpa: “por analfabeta, porque no sabía nada de la vida”.

Pasaron los años y su madre ya no podía seguir trabajando puertas adentro, así que había llegado la hora de arrendar una casa. Al hacerlo, la niña (ahora adolescente) debió abandonar sus estudios. Encontró un trabajo en la estación central de Concepción como vendedora en un quiosco de libros, revistas y cigarros. Ella misma fue a preguntar y tuvo la suerte de quedar trabajando. Trabajaba de lunes a domingo y el día domingo le llevaban almuerzo los dueños. Entraba a las seis de la mañana ya que a esa hora comenzaban a llegar los pasajeros a la estación, y estaba ahí todo el día hasta eso de las 11 de la noche. A ella le tocaba abrir y cerrar ese quiosco. Eso sí, el día domingo se cerraba un poco antes, y con antes me refiero a eso de las 9 de la noche. Un año estuvo con ese bestial horario de trabajo, hasta que después renunció. Luego de ese año estuvo trabajando con una señora que decía ser una de las sobrinas de Bernardo O’Higgins.  La ita le ayudaba a levantarse, le preparaba el desayuno, cocinaba el almuerzo. Le ayudaba con las compras y la asistía de lunes a sábado. La ita tenía 18 años y aun cuando parecía tener mucho trabajo de igual forma se las arregló para su tener primera pareja, comenzó a pololear con su vecino.

Todo bien al comienzo, iban a comer, a tomar café, salían etc. Sin embargo, después que se casaron el tipo tuvo un cambio drástico. El tipo no le daba dinero y le pegaba muchas veces estando sobrio. Suerte que la ita también era de carácter fuerte cuando tenía que sacarlo y no aguantó mucho. Siguiendo la cronología de esos años haré una breve mención para Luis, el medio hermano que nunca conocí. Cuando esta relación anduvo relativamente bien, la ita con este hombre tuvo tres hijos, uno de ellos solo vivió dos días en el hospital y luego falleció al parecer de muerte súbita durante la madrugada de un domingo. El pequeño bebé lloró durante el sábado por la noche y luego se durmió. Al otro día a eso de las 6 de la mañana estaba muerto. La enfermera le preguntó a la ita que nombre tenía pensado para él y ella aun conmocionada le dijo “Luis”.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Capitulo 07: La casa heredada y cabos sueltos

Capitulo 05: Nómades cada cuatro años

Epílogo