Capitulo 05: Nómades cada cuatro años
La ita y Baudilio alcanzaron a vivir un tiempo en
Padre Hurtado, ignoro cuantos años fueron, pero en esa casa comienzan mis
recuerdos de infante así que asumo que habrá sido por alrededor de 4 o 5 años.
Finalmente, y después de unos años tuvo que entregar esa casa ya que la
inmobiliaria se lavó las manos con el asunto de la estafa. En esa casa fui
testigo por primera vez de la veta comerciante que tenía la ita (tenía un almacén),
gran parte de mi niñez la vi entusiasmada con su alma emprendedora, la cual
poco a poco se fue apagando a causa de la mala suerte o de la negatividad de su
entorno.
De Padre Hurtado nos fuimos al sector de La Estrella
en Pudahuel, era una casa esquina bastante grande y espaciosa con un patio
grande y, obvio, con una paquetería-bazar que luego tuvo que cerrar a causa de
lo inseguro del sector. Cuatro años estuvimos ahí hasta que ese dueño decidió
vender y nosotros tuvimos que abandonar.
Corría el año 1992. Recuerdo que yo tenía 9 años y que
el rock estaba en su mejor momento a escala global. Fue en ese año que llegamos
a una casa en calle Club Hípico en la comuna de Pedro Aguirre Cerda. La ita se
la arrendaba a quien era mi madrina (no recuerdo su nombre la verdad), ahora mi
madrina era viuda, pues mi padrino había fallecido hacía tan solo un par de
años. Esa historia siempre me pareció singular, aparentemente mi padrino un día
había estado pintando el interior de la casa y esa noche se durmió con todo
cerrado. Al principio se hablaba de intoxicación producto de la pintura y
luego, algo más lógico, de que se había despertado mareado en la madrugada y al
querer levantarse se fue de bruces al suelo golpeándose en la cabeza, yo era un
niño y la verdad es que nunca indagué más allá, pero la historia me marcó, sobre
todo porque nosotros íbamos a llegar a vivir a esa casa. Mi madrina era una
señora que estuvo medianamente presente en mi niñez, la veíamos mucho por
aquellos años cuando la visitábamos a ella y a su hija en Maipú y hasta creía
que era buena persona, pero lo que sucedió después me hace dudar. Esa casa de Pedro
Aguirre Cerda quedaba solo a 3 o 4 cuadras de mi colegio, junto a ella había un
servicio técnico de radio y TV y un local de lotería, el piso de arriba se lo
arrendaban a una familia evangélica, se me hacían simpáticos pero la verdad es
que no los veía mucho. En esa casa el espíritu emprendedor de la ita se
mantenía en alto. Recuerdo escucharla pedaleando en su máquina de coser hasta
altas horas de la noche mientras mi hermano y yo dormíamos para ir a la escuela
temprano por la mañana. Una tarde fue a la panadería del barrio y casi se queda
sin pan por estar terminando de coser una falda que alguna vecina le había
encargado, la vendedora le preguntó si realmente sabía coser a máquina a lo que
la ita contestó afirmativamente. Al día siguiente tocaron el timbre de la casa
y afuera se encontraba una señora que le ofreció empleo para su diminuto
taller, la señora Cristina. Al principio ella trabajaba de forma “remota” desde
casa ya que la ita era dueña de su propia máquina de coser, pero luego lo hizo
de manera presencial en el taller el cual quedaba en el piso inferior de un
edificio de apartamentos. Chalecos antibalas, chaquetas de pesca, cazadoras,
toda esa clase de ropa se dedicaban a producir en aquel taller.
Hasta ahí todo bien, salvo que para el cuarto año mi
madrina nos pidió la casa porque una de sus hijas (la que vivía en Rancagua y
tenía un alto perfil psicopático) dejó de pagar el dividendo de su casa y cómo
no tenía donde llegar decidió que simplemente quería la casa de Pedro Aguirre
Cerda. Ahora que lo pienso, quizás he sido injusto al dudar de la clase de
persona que era mi madrina, quizás hizo lo que toda madre haría si una hija
irresponsable le pide ayuda al no tener donde vivir: darle un techo. Ese techo
era nuestra casa de aquel entonces y tuvimos que volver a hacer maletas para
irnos rápidamente ya que mi madrina (me refiero a ella como madrina porque
sinceramente no recuerdo su nombre) llamaba constantemente presionando a la ita
preguntándole cuando iba a entregar la casa. Fue así como a finales de 1995 la ita,
Baudilio y sus tres hijos (yo incluido) llegamos a Puente Alto, lugar del que
tengo muy buenos recuerdos también. Estando en Puente Alto La ita cortó todo
tipo de relación con mi madrina y sus hijas, se perdió todo contacto con ellos.
El único pseudo contacto que hubo (que tuve yo en realidad) fue ver uno de mis
“primos” (hijo de Cecilia, la psicótica de Rancagua) en el mismo colegio al que
iba yo durante todo un año. Ocurre que mi 8vo básico lo seguí cursando en ese
mismo colegio de Pedro Aguirre Cerda aun cuando yo vivía ya en Puente Alto.
Nunca me hablé con él ni en el recreo ni en el patio, por suerte íbamos en
cursos distintos, pero si recuerdo que un día salí de clases a eso del mediodía
y pasé por fuera de mi ex casa para ir a tomar la micro, en esa cuadra y caminando
en sentido contrario, venían Cecilia y mis dos “primos”. Al pasar junto a ellos
escuché que se rieron, yo solo ignoré su actitud matonesca y seguí caminando, a
partir de ese incidente comencé a irme por otra calle y así evitaba toparme con
ellos de nuevo.
En Puente Alto la ita abandonó sus esfuerzos por
emprender y encontró un trabajo con remuneración más segura mes a mes ya que el
arriendo era caro. Comenzó a trabajar como asesora de hogar para la señora
Verónica (desconozco su apellido la verdad) Al comienzo fue a reemplazar a una
amiga en labores de aseo y limpieza para una familia, la dueña de casa tuvo
mucha cercanía y quedó bastante impresionada con la labor realizada por la ita
quien la recomendó para que trabajara para una vecina con dos niños y una hija
mayor, la señora Verónica. Un empleo de lunes a sábado que sacrificaba mucho de
su tiempo, pero en el cual siempre fue, según sus propias palabras, muy bien
tratada por ellos. Fue una segunda madre para toda esa familia por alrededor de
7 años, luego tuvo que dejarlo ya que a medida que los hijos más pequeños
crecían la labor se hacía cada vez más difícil.
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